Nos encanta navegar y nos sentimos afortunados de poder disfrutar de la vida en el agua como lo hacemos. Llevamos un tiempo en esto, pero nunca diremos que lo sabemos todo. Una de las razones por las que amamos esta vida es porque aprendemos algo nuevo cada día, tanto de nuestras propias experiencias como de las de los navegantes que conocemos. Nos encanta transmitir lo que hemos aprendido cuando puede ser útil y nos resistimos a dar consejos no solicitados, a menos que esté en juego la seguridad. Para nosotros, la seguridad a bordo y la preocupación por la seguridad de nuestros compañeros es primordial. Por eso nos sentimos obligados a comentar algo que hemos leído recientemente.
Estábamos consultando el blog de una persona que vive y navega en solitario a tiempo completo a bordo de una embarcación muy bonita y que parece ser un navegante experimentado. Pero en una entrada en particular escribe sobre cómo se movía por la cubierta del barco para colocar defensas y cabos mientras el barco estaba en marcha con el piloto automático. Según escribe, cuando levantó la vista, se dio cuenta de que estaba pasando el puerto deportivo al que se dirigía (que se encuentra en un tramo típicamente estrecho y poblado de la Intracoastal Waterway del Atlántico) y tuvo que correr hasta el timón para poder dar la vuelta al barco, comentando además que a veces está "corriendo de un lado a otro haciendo el trabajo de primer oficial y el barco simplemente se conduce solo" Las implicaciones de esta afirmación son preocupantes a muchos niveles.
No queremos parecer sermoneadores, pero hemos tenido una reacción tan visceral al leer este comentario que no hemos podido evitarlo. Utilizamos el piloto automático la mayor parte del tiempo que estamos navegando. No hay forma más precisa de mantener el rumbo y, para nosotros, es una herramienta excepcional en ese sentido. Para nosotros, nunca anula la necesidad de vigilar y, desde luego, no da permiso para abandonar el timón en una vía de agua estrecha cuando estamos navegando. Quizás la revelación más inquietante fue que el capitán miró hacia arriba para ver que estaba pasando la entrada del puerto deportivo al que se dirigía. Para nosotros, eso sugiere una falta de conciencia de la situación mucho mayor de lo que es remotamente seguro.
Entendemos que los navegantes en solitario tienen que arreglárselas solos y que el piloto automático facilita la multitarea a todos los navegantes en las situaciones adecuadas. Pero no podemos imaginar que no se detenga el barco para dejar el timón durante un tiempo apreciable, especialmente cuando se navega en solitario por una vía navegable como la parte de la ICW en la que se encontraba este navegante. A lo largo de los años hemos oído innumerables historias de personas que llevan sus embarcaciones con el piloto automático y se dirigen a la proa durante un par de minutos o se sientan en la cubierta de proa, dirigiendo la embarcación con el mando a distancia del piloto automático, desde luego no al alcance de los controles del motor en el puesto de gobierno. También hemos oído innumerables historias de percances o accidentes derivados de este comportamiento.
No vamos a decirle a nadie cómo debe llevar su barco, pero lo que sí sabemos y vamos a decir es que en los barcos las cosas suceden muy deprisa, por muy despacio que se vaya. Cuando las cosas van mal o no son como se esperaba, a menudo hay muy poco tiempo para reaccionar. Ese kayak que cruza de repente el canal tiene preferencia de paso, lo sepa o no, y probablemente no esté suponiendo que no hay nadie al timón del gran barco que se le viene encima. Podríamos seguir, pero creemos que lo que queremos decir está claro.
Nos alegramos de que este navegante haya permanecido aparentemente a salvo y, por lo que sabemos, no haya herido a nadie más. Tal vez sea un buen momento para reconsiderar esta práctica innecesaria y, en nuestra opinión, extremadamente insegura.
Primero la seguridad. Luego vendrá lo bueno.
A.J. Hammer, Aventuras de Oloh.